“Un mundo en crisis en el Antropoceno”

“Tormenta”, Luisa González de Saénz (1974)
Fuente: María E. Guardia Yglesias, Pincel, Pinacoteca Costarricense Electrónica
www.artecostarica.cr

Esteban A. Montero Sánchez
Asistente docente del Curso Climate Change Ecology
Wageningen University & Research, Países Bajos
[email protected]

Número 25

Publicado: 28 de junio de 2020

La crisis desatada por la pandemia del COVID-19 ha tomado al mundo por sorpresa, obligando a modificar de manera radical las dinámicas sociales y económicas que nos rigen en la actualidad. La globalización ha hecho que básicamente ningún país en el mundo escape de verse afectado. Como común denominador ante la alta virulencia de la enfermedad, se han tomado medidas extremas para contener la propagación masiva y evitar la insuficiencia de recursos médicos para hacer frente a los eventuales casos críticos. Entre algunas medidas adoptadas por la mayoría de países, se cuentan el cierre de fronteras y la radical minimización de actividades que incluyan interacción social, como el comercio, entre otras. Un mundo que, de no ser por la grave amenaza de la pandemia, hubiera sido difícil de imaginar.

La crisis ha evidenciado realidades incómodas acerca del desarrollo de la sociedad humana en la era moderna. Los impactos negativos de la globalización, las desigualdades entre naciones respecto a su vulnerabilidad y capacidad de respuesta, así como el grado mismo de humanización del planeta, se encuentran entre ellas. Sobre lo último, no cabe duda que la extensiva e intensiva actividad humana ha generado repercusiones profundas sobre las dinámicas entre naturaleza y humanos, como demuestra la magnitud de la crisis desatada por el coronavirus. Este mismo avance de la humanización del planeta ha causado repercusiones a escala global, que amenazan con escenarios similares a los experimentados con la pandemia. La huella de la actividad humana sobre el planeta es ahora tan profunda que se ha acogido el término Antropoceno como un concepto que define una nueva era geológica caracterizada por la modificación de los sistemas terrestre, atmosférica, oceánica y biogeoquímico, a escala planetaria.

Un claro ejemplo del Antropoceno es la afectación del sistema climático a nivel global, conocido comúnmente como cambio climático. Cambios en el clima generados a consecuencia del desarrollo de la humanidad han sido probados con suficiencia, caracterizándose por un acelerado calentamiento del sistema atmosférico, cuyos impactos derivan en una serie de modificaciones del clima global. Precisamente, los últimos 5 años (2015-2019) han sido los más calientes de manera consecutiva desde que se cuenta con registros. Los impactos de estas perturbaciones climáticas se han hecho notar de manera contundente. Por ejemplo, el derretimiento de formaciones glaciares se ha acelerado en las últimas dos décadas. Eventos asociados con dinámicas climáticas han ocurrido con mayor intensidad tales como incendios forestales, sequías, incremento del nivel mar, blanqueamiento de corales, aumento de magnitud y frecuencia de fenómenos climático-atmosféricos como el fenómeno El Niño, entre otros.

A diferencia del COVID-19, del cual ya sabemos su capacidad para afectar a la humanidad de manera inmediata, el cambio climático es una amenaza silenciosa. La complejidad del sistema clima y su interdependencia con los sistemas terrestres, oceánicos y biogeoquímicos, así como una oscilación temporal de difícil comprensión en la escala humana, ha hecho que el tema haya sido relegado por mucho tiempo. No ha sido sino hasta la última década que las evidencias y la generación de información han subrayado la urgencia de la crisis climática a nivel internacional.

La incertidumbre es una de las principales limitantes para el abordaje de la crisis climática. Haciendo eco de esto, el editorial de la prestigiosa revista “Nature”, en conmemoración de los avances en ciencia de la década 2010-2019, calificó a la crisis climática como la mayor amenaza a la actividad humana y la vida en el planeta Tierra en la era moderna (1). El editorial hace una importante enunciado en donde subraya la necesidad de avanzar en el conocimiento científico sobre los posibles impactos, mecanismos de retroalimentación, medidas de mitigación, capacidad de resiliencia y potenciales de adaptación ante el cambio climático en la presente década (2020-2029).

 

“La crisis ha evidenciado realidades incómodas acerca del desarrollo de la sociedad humana en la era moderna. Los impactos negativos de la globalización, las desigualdades entre naciones respecto a su vulnerabilidad y capacidad de respuesta, así como el grado mismo de humanización del planeta, se encuentran entre ellas. Sobre lo último, no cabe duda que la extensiva e intensiva actividad humana ha generado repercusiones profundas sobre las dinámicas entre naturaleza y humanos, como demuestra la magnitud de la crisis desatada por el coronavirus”

 

A pesar de la incertidumbre acerca de los escenarios de cambio climático, algunas certezas son claras. La principal de ellas, desde una perspectiva antropocéntrica, reside en la perturbación de las actividades humanas dependientes de recursos naturales. Es el caso, por ejemplo, y de manera primordial, de la agricultura y la producción de alimentos. Las consecuencias en este sector ocurren de manera directa e incluyen desde estrés hídrico hasta pérdida de idoneidad de áreas geográficas para la producción de cultivos antes adaptados a condiciones climáticas específicas. Esto genera escenarios de escasez de alimentos básicos (en el caso de los granos) y también la afectación de cadenas comerciales de productos. Ejemplos conocidos de lo último pueden encontrarse en la producción de vino en países como Francia y el sur de Europa, así como en el cultivo de café en países como Costa Rica, entre otros.

Asimismo, el grado de vulnerabilidad frente al cambio climático de los países es dependiente de muchos factores, en su mayor parte explicados por su grado de exposición y capacidad de resiliencia. Similar a lo mostrado con el COVID-19, pese a que las afectaciones pueden ser globales, la capacidad de respuesta determina quiénes sufren en mayor grado sus efectos. Así, la crisis climática también evidencia cómo las disparidades socioeconómicas y geográficas juegan un papel determinante respecto a la profundidad de sus potenciales impactos.

Más allá de un punto de vista antropocéntrico, el cambio climático continúa dinamitando la fragilidad de especies amenazadas de animales y plantas, a consecuencia del desarrollo de actividades humanas. En muchos casos, se prevé que el cambio climático resultará en una estocada final para especies en decline y aumentará la presión sobre otras. Esto afectará sin duda alguna el equilibrio de la vida en el planeta como lo conocemos hoy en día, al punto que autores como Dirzo et al. (2) han denominado el presente periodo de extinción y disminución masiva de especies como la defaunación del planeta Tierra.

Aunque la pandemia no será fácil de controlar en el corto plazo, tal parece indicar que, una vez la vacuna sea probada, se aliviará el peso de la situación a nivel global. En contraste, la crisis climática representa un problema estructural mucho más profundo que no se puede solucionar o revertir en un plazo corto de tiempo. Por ejemplo, medidas tan drásticas como el cierre de fronteras, la limitación de movilidad o el cierre de negocios no representan mayor impacto en términos climáticos. Si bien se han notado muchos impactos ambientales positivos tras las restricciones a actividades humanas, estamos hablando de un modelo de desarrollo que ha venido generando, exponencialmente, impactos nocivos a nivel global desde la segunda revolución industrial en el siglo XIX. Aunado a la complejidad intrínseca del cambio climático, la huella socioeconómica de la pandemia provocará con seguridad una recesión económica grave con efectos globales. Lamentablemente, anteriores crisis económicas enseñan que la economía será tomada como sector prioritario a costas de la protección del ambiente, lo que podría desviar la atención acerca de la importancia de la crisis climática.

Dentro de esta lógica, será de especial interés para los países en desarrollo de Latinoamérica y el mundo, entender que las capacidades de adaptación y resiliencia deben ser construidas a nivel local y regional. Sin lugar a dudas, es prioritario tomar acción ante la urgencia de la situación y nuestra mayor vulnerabilidad en escenarios de crisis global. No es estratégico ni realista, como se ha expuesto en la crisis del COVID-19, esperar a que los países más poderosos del globo abandonen sus prácticas para solventar la vulnerabilidad de los países con menores recursos. La agenda de cambio climático de países como Costa Rica y el resto de Latinoamérica debe mantener y aumentar la presión política hacia los países más poderosos. Sin embargo, es a la vez apremiante desarrollar agendas paralelas a nivel local y regional para entender nuestra vulnerabilidad ante la inminente crisis y construir nuestra propia resiliencia estructural.

A un precio muy alto, el coronavirus nos ha mostrado los efectos negativos de una crisis global. De igual manera, ha mostrado los impactos de un mundo hiper-globalizado a costas de la naturaleza. Ante los poco alentadores escenarios del cambio climático, es indiscutible que cambios profundos sobre nuestro paradigma de los recursos del planeta y nuestra dominación sobre éstos deben ocurrir de manera urgente. Finalmente, se tratará no solo de revertir procesos negativos producto del desarrollo de nuestras sociedades, sino, a la vez, de encontrar re-significancia en nuestra existencia como seres pertenecientes a un mismo planeta.

Referencias para el debate

(1) “The scientific events that shaped the decade”. Editorial. Nature 576, 2019, 337-338.

(2) Dirzo, R., Young, H. S., Galetti, M., Ceballos, G., Isaac, N. J., & Collen, B. (2014). Defaunation in the Anthropocene. Science, 345 (6195), 401-406.