“Resiliencia turística a prueba”
“Domingueando”, Tomás Povedano (1910)
Fuente: María E. Guardia Yglesias, Pincel, Pinacoteca Costarricense Electrónica
www.artecostarica.cr
Giovanni Rodríguez Sánchez
Escuela de Planificación y Promoción Social
Universidad Nacional, Costa Rica
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Número 10
Publicado: 12 de mayo de 2020
El crecimiento del turismo como actividad global ha sido espectacular. Mientras que en el año de 1950 se estima que viajaban unos 50 millones de turistas alrededor del mundo, en 2018 viajaron aproximadamente 1400 millones y, antes de esta crisis, la Organización Mundial del Turismo (OMT) calculaba que en 2030 viajarían cerca de 1800 millones de turistas. A nivel mundial, la actividad turística produce 1 de cada 10 empleos, el 10% del Producto Interno Bruto mundial, el 7% de las exportaciones mundiales, el 30% de las exportaciones en servicios y unos 1,6 billones de dólares en exportaciones. Para tener una idea de su dinamismo, en los últimos años esta actividad creció al 6% anual, un ritmo superior al de la economía mundial, cercano al 3,7%.
En este momento, con la pandemia del Covid-19 mostrando su letalidad en todo el planeta, se ha visto que uno de los grandes perdedores ha sido el sector turístico. Y como es de suponer, el discurso de los organismos y gobiernos ha cambiado ante la crisis sanitaria. La OMT ha advertido que en 2020 las llegadas de turistas internacionales pueden disminuir entre un 60 y 80%. Este organismo mundial avizora tres escenarios de reducción de dichos flujos para el futuro del turismo, a saber:
Escenario 1 (-58%): basado en la apertura gradual de las fronteras internacionales y la relajación de las restricciones de viaje a principios de julio.
Escenario 2 (-70%): basado en la apertura gradual de las fronteras internacionales y la relajación de las restricciones de viaje a principios de setiembre.
Escenario 3 (-78%): basado en la apertura gradual de las fronteras internacionales y la relajación de las restricciones de viaje solo a principios de diciembre.
Así las cosas, en estos tres escenarios, el impacto de la caída de la demanda de viajes internacionales podría traducirse en lo siguiente: primero, la pérdida de entre 850 y 1100 millones de turistas internacionales; segundo, la pérdida de entre 910000 millones y 1,2 billones de dólares (EE.UU.) en ingresos por exportaciones del turismo y, tercero, entre 100 y 120 millones de puestos de trabajo amenazados en empleo directo vinculado con el turismo (1).
Como es conocido, el turismo se ha convertido en el mayor generador de divisas de Costa Rica. Desde la década de 1990 se transformó en el sector más dinámico y con mayor crecimiento de la economía nacional, desplazando a productos tradicionales del sector primario, tales como el café y el banano. En los últimos años, el crecimiento de las actividades turísticas ha sido constante y no ha estado exento de la crítica, al constituir éstas grandes consumidoras de energía y agua. Asimismo, porque su crecimiento ha sido desigual y concentrado.
La importancia del sector en nuestra economía es innegable. Según datos del Instituto Costarricense de Turismo (ICT), en 2018 el turismo generó alrededor del 8% del Producto Interno Bruto del país, es decir, cerca de 3832,1 millones de dólares, así como favoreció el empleo directo de unas 156785 personas. Usualmente se dice que el turismo abarca 1 de cada 3 empleos, por lo que, al sumar los empleos directos e indirectos, se puede decir que genera unos 500000 empleos. Algunos incluso afirman que el sector ha llegado a generar hasta 600000 empleos totales, pero esto pareciera más discursivo que otra cosa.
Las angustias que vive el sector en esta coyuntura son entendibles y, aún más lo son las preocupaciones de las familias que dependen de esos empleos para sobrevivir. El sector se ha movido en todas las direcciones y ha hecho saber al gobierno que el turismo es un campo fundamental en la economía nacional y que, por ello, esperan su apoyo directo e indirecto. El problema es que prácticamente todos los sectores están argumentando lo mismo y los recursos son escasos en un país que mostraba ya graves problemas de crecimiento, con una pobreza que afectaba, más o menos, al 21% de la población y un desempleo que era del 12% antes de la crisis sanitaria. Ahora los peores escenarios advierten que el desempleo puede llegar a un 19% e incluso a un 22%. Y con respecto a la pobreza, se dice que aumentará significativamente, aunque todavía es pronto para decir algún porcentaje aproximado.
El desplome de la actividad turística es ya un hecho. La ministra del ramo ha señalado que el ICT dejará de percibir alrededor de 24000 millones de colones por la disminución del turismo, afectando su funcionalidad y efectividad institucional. Pero eso no es todo. Las llegadas internacionales por vía aérea se desplomaron un 54% en el mes de marzo, contabilizando apenas 127201 llegadas internacionales, a diferencia de las 276036 llegadas internacionales estimadas para marzo de 2019. A inicios de año todo pintaba más que bien para el sector. El país registraba uno de los inicios de año de mayor crecimiento -aumentos de 10,4% en febrero y 5,2% en enero en ingresos de turistas por vía aérea- pero todo cambió con la llegada del COVID-19. Tal y como lo ha señalado la ministra: “Las cifras de visitación turísticas de marzo reflejan las profundas repercusiones y afectación del sector turístico, el más golpeado por el COVID-19” (2). Estimaciones no oficiales han señalado que el sector turístico costarricense podría perder entre 2400 y 2500 millones de dólares en el año 2020 (3).
“El crecimiento del turismo como actividad global ha sido espectacular. Mientras que en el año de 1950 se estima que viajaban unos 50 millones de turistas alrededor del mundo, en 2018 viajaron aproximadamente 1400 millones y, antes de esta crisis, la Organización Mundial del Turismo (OMT) calculaba que viajarían cerca de 1800 millones de turistas en 2030”
Este panorama, tan aciago y desolador, pone a prueba la resiliencia turística de Costa Rica. Los cambios que se avecinan en el sector son enormes y estructurales. El relato de la conservación de bosques y la biodiversidad nos ha funcionado muy bien, tanto que es la base fundamental a partir de la cual se monta el turismo costarricense. No obstante, esto tendrá que ampliarse a un relato turístico que contenga más elementos, tales como la seguridad sanitaria, las emociones y la confianza de los turistas. Pero también que incluya productos novedosos y trabajadores turísticos con nuevas capacidades. Asimismo, que incorpore rigurosos protocolos de higiene y salud para turistas y trabajadores, así como que mejore la comunicación y comprensión de las necesidades de un turista diferente al que veníamos tratando.
Los retos son grandes y serán aún mayores para un sector turístico que, debe decirse, había vivido en una comodidad pasmosa, que crecía casi por inercia, bajo relajamiento y con poca innovación. Hoy sabemos que el sector tendrá que crear productos turísticos diferenciados, que lo vuelvan a poner en una posición de liderazgo, tal y como la tuvo a finales de la década de 1990 e inicios del nuevo milenio. El sector tendrá que reinventarse otra vez y lo debe hacer de la mano de la innovación, de un mayor análisis de los datos de los turistas (minería de datos), así como del estudio del comportamiento de los turistas post Covid-19, quienes exigirán, antes que nada, seguridad sanitaria a la hora de consumir los productos y servicios.
No hay que olvidar que Costa Rica es un destino relativamente caro. Su demanda turística es predominantemente internacional, por lo que bajo las nuevas condiciones del mercado después de la pandemia, el turista reclamará cada vez más servicios y calidad por su dinero. Será más que necesario un trabajador turístico capacitado en los nuevos protocolos de salud y, en general, en todos los demás protocolos que aparecerán con las nuevas formas de consumo del producto turístico post pandemia. Por otra parte, la educación técnica y universitaria vinculada con el sector tiene que incorporar ya mismo estos nuevos retos en sus procesos de enseñanza y aprendizaje. O mejor dicho, dicha educación deberá adaptarse a la inevitable mutación que experimentará la actividad en los próximos meses y años.
En el corto plazo, las empresas turísticas voltearán su mirada hacia adentro. Es decir, hacia la demanda interna. Para ello los empresarios tendrán que bajar precios y no esperar grandes ganancias, sino más bien aspirar a mantenerse a flote mientras pasa la tormenta. Además, tendrán que buscar cooperación internacional por medio del gobierno para préstamos blandos para las micro, pequeñas y medianas empresas turísticas. Tal vez sea muy pronto para especular demasiado. Lo mejor es esperar a que pase lo peor de la crisis sanitaria para contemplar cómo se comportará el mercado. Lo que queda claro es que se pondrá a prueba, sí o sí, la resiliencia turística del país.
Referencias para el debate
(1) “Evaluación del impacto”, 7 de mayo de 2020, https://www.unwto.org/es/turismo-covid-19
(2) “Cifras turísticas”, 26 de abril de 2020, https://www.ict.go.cr/es/estadisticas/cifras-turisticas.html
(3) “Calamidad en cifras: Turismo dejaría de generar hasta $2500 millones”, 27 de abril de 2020, https://www.crhoy.com/economia/calamidad-en-cifras-turismo-dejaria-de-generar-hasta-2-500/