“Humanismo, teología y pandemia(s)”
“Noche tibia y callada”, Fernando Carballo (2006)
Fuente: María E. Guardia Yglesias, Pincel, Pinacoteca Costarricense Electrónica
www.artecostarica.cr
Ernesto Herra Castro
Escuela de Sociología y Red “Epistemologías del Sur”
Universidad Nacional, Costa Rica
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Número 27
Publicado: 5 de julio de 2020
En el largo trayecto que, como especie, hemos emprendido desde hace circa 130000 años, nuestra humanidad se ha enfrentado a “núcleos problemáticos” (Dussel) que nos ha urgido del desarrollo de condiciones de posibilidad para hacer frente a los misterios de la vida. Y es que ella, la vida, es un milagro desde el que surgen misterios de toda índole.
Un tipo de respuesta a los grandes núcleos problemáticos que ha permitido hacer inteligible el milagro de la vida, está contenida, una vez ésta ya ha sido formalizada, en la tradición judeocristiana. En ella Dios, en tanto creador de todas las cosas del cielo y de la tierra (Gen 1: 1-31; Gen 2: 1-4a), ha revelado el misterio a través de su hijo (tanto en el Viejo como en el Nuevo Testamento) pero éste, aun siendo el núcleo de tal tradición, ha sido incluso mal entendido y mal interpretado por su propia tradición. Si es que Dios se hizo humano a través de su hijo, la revelación de tal misterio tendría que ver con que Dios mismo se ha hecho humano, no cristiano (Hinkelammert). En ese sentido, el mensaje contenido tendría que ver con la urgencia de humanizar nuestras relaciones y no, necesariamente, de institucionalizarlas.
La actual confrontación humana frente aquello que niega y/o pone en peligro la posibilidad real para producir y reproducir sus condiciones de existencia, ha sido propiciada por un virus (SARS-CoV-2) que ha tenido la capacidad de reproducirse a tal velocidad que en tan sólo cuatro meses (diciembre 2019- marzo 2020) ya había cubierto la redondez de la tierra por más que aún existen países en los cuales no se reportan casos de la enfermedad que éste provoca.
El SARS-CoV-2 es un virus que portan los murciélagos, aunque éstos no padecen la enfermedad causada en las y los seres humanos. Sin embargo, debe llamarnos la atención en tanto que nuestra larga convivencia con estos mamíferos, durante el largo período que ocupamos las mismas cavernas y cuevas, debería permitirnos hoy plantear y sofisticar viejas y nuevas preguntas que permitan gozar el milagro de la vida tal cual: como milagro. Para gozarlo y vivirlo en el presente: “así en la tierra como en el cielo” (Mateo 6:10). Al mismo tiempo debería enfrentarnos con las limitaciones, creadas por nosotras y nosotros mismos, en el marco de las instituciones que hemos priorizado que impiden que siendo, que somos humanos, podamos humanizar el conjunto de relaciones humanas que podrían hacer posible el mensaje contenido en la revelación de Dios a través de su hijo: humanízate (Hinkelammert)
Lo anterior sería aplicable y extensible no sólo para el tipo de ciencia (Ciencia Moderna) que hemos priorizado, sino para el tipo de economía (Crematística) y el tipo de vínculo humano (Sociedad) que hemos establecido entre nuestra mismidad humana y, de ella, con todas las otras formas de vida. Esto se hace evidente en un contexto global como el presente en el que el SARS-CoV-2 coexiste con el Sexismo/Racismo/Clasismo, pilares constitutivos de la desigualdad Moderna, y hace posible que otro hombre negro (George Floyd) haya sido asesinado en manos de un oficial blanco en los Estados Unidos y que las réplicas sociales de tal acontecimiento pongan en tela de juicio las condiciones estructurales a partir de las que se impulsa aquel país, pero que le trascienden. Fueron más de 70 ciudades estadounidenses que se unieron a las movilizaciones que imploraban justicia, más allá que la muerte de George Floyd. A éstas, se sumaron diversas movilizaciones sociales en Toronto, Londres, Guadalajara, Ciudad de México, Sao Paulo y muchas otras en las que la pandemia moderna se ha impuesto por más de 500 años.
En la experiencia recorrida por la red “Epistemologías del Sur” hemos acentuado precisamente lo anterior: la prioridad de humanizar nuestras propias relaciones humanas, poniéndonos en todo momento al lado del/la otra/otro como un principio teológico (no religioso), a partir del cual la única ley que tiene sentido, en un contexto como el presente en una Universidad Humanista como la nuestra, es aquella que permita asegurar nuestra producción y reproducción presente y futura (1). Lo anterior es el núcleo de lo propuesto, en tanto ley, por Pablo: “Amarás al prójimo como a ti mismo” (Gal 5: 14).
“La actual confrontación humana frente aquello que niega y/o pone en peligro la posibilidad real para producir y reproducir sus condiciones de existencia, ha sido propiciada por un virus (SARS-CoV-2) que ha tenido la capacidad de reproducirse a tal velocidad que en tan sólo cuatro meses (diciembre 2019- marzo 2020) ya había cubierto la redondez de la tierra por más que aún existen países en los cuales no se reportan casos de la enfermedad que éste provoca”
Lo anterior ni es “moda”, dado que no es el hecho que más se repite según tematiza la estadística, ni es pose, dado que no nos posicionamos de la manera recién sugerida esperando reconocimiento y/o aplausos. Ésta, a nuestra forma de ver y entender, es la única manera a partir de la cual podemos estar literalmente sujetas unas de otras-otros de unos, lo cual es posible poniendo nuestro trabajo, fuente creadora de todo valor, de todo producto, de todo pensamiento, de toda mercancía, a disposición de la otra/otro. Es que es el trabajo la fuente misma de todas las creaciones por lo cual ha estado a disposición de aquellas y aquellos con quienes hacemos nuestra propia existencia posible. Esta es la esencia del vínculo comunitario impulsado por juicios de hecho vida-muerte; por una economía preocupada y orientada por la vida (Economía); y por una ciencia (Ciencia doméstica) que está a su servicio.
Lo anterior surge con la claridad de que, el nuestro, es un tiempo histórico en el que la institucionalización de la ciencia, y su determinación estrictamente en tanto ciencia moderna, ha incrementado y sofisticado las condiciones orientadas a la ganancia, el lucro, el rédito, la eficiencia, impulsada por juicios de hecho medio-fin; por una economía preocupada por la acumulación de tesoros (Crematística); y el impulso de una ciencia (Ciencia de adquirir) para la cual, todo aquello que piense más allá que las relaciones determinadas por el capital, carece de sentido.
A nuestra forma de ver y entender, se trata de permitirle a la ciencia, como principio humano sin el cual el largo viaje que hemos emprendido no sería posible, trascender la determinación moderna que le ha sido impuesta para que ella, en lugar de ser dócil y ponerse al servicio del capital, se ponga a disposición y al servicio de la vida comunitaria de los pueblos y comunidades que integramos la gran diversidad humana que somos y que hacemos que la ciencia siga siendo posible.
No se trata de descartar, botar y/o desechar la ciencia. Sin embargo, sí se trata de apostar a la vida comunitaria para lo cual es urgente “echar por tierra todas las relaciones en que el ser humano sea un ser humillado, sojuzgado, abandonado y despreciable” (2).
Nuestro equipo de trabajo, nuestras pretensiones, nuestra disposición, nuestros vínculos, nuestras relaciones, nuestras intenciones como red que somos, como miembros de esta Universidad que somos, como sujetos que estamos sujetos a las formas de producción y de sentido del pueblo que nos permite hacer Universidad, no están orientadas por aspectos religiosos mas sí teológicos y entendemos que, el actual contexto planetario, atravesado por pandemia(s) más allá que el propiciado por el SARS-CoV-2, debe estar dispuesto a ponerse al servicio de la otra/otro, por lo cual se debe estar en condición de entregar, si fuese necesario, nuestra propia vida. Esto nos ha exigido estar a disposición noche y día, día y noche, soportando trabajos y fatigas para no ser, en ningún momento, una carga para ninguna comunidad junto a la cual hacemos la nuestra posible. Este no es un invento nuestro. Es la vivencia misma del mensaje contenido de la carta más antigua del Nuevo Testamento (1Tes 2: 8-9), en la cual se hayan contenidas líneas de orientación para hermanarnos en nuestro tiempo y contextos. Se ha tratado, y se sigue tratando, de prestar atención a la tradición histórica del pueblo (académico en nuestro caso) que integramos para ser más humanos cada día, independientemente de cuál sea el virus al que hagamos frente en un tiempo atravesado por la transposición de pandemia(s), más allá que la que el Covid-19 ha hecho visible.
Nuestra red, por vocación, por principio, por práctica, por utopía se sabe comunidad. Para seguirlo siendo está sujeta al sujeto que nos da condiciones y junto a quien creamos condiciones orientadas a la vida. Aquí yace el sentido humanista de nuestra Universidad Necesaria y desde donde proponemos el Sur del tipo de epistemología que impulsamos.
Referencias para el debate
(1) La Red de pensamiento crítico, denominada “Epistemologías del Sur”, está conformada por miembros de las unidades académicas de Filosofía, Educología, Danza, el Instituto de Estudios en Población y la Escuela de Sociología de la Universidad Nacional (Costa Rica). Junto a estudiantes de diversas disciplinas (principalmente de Sociología), estas unidades impulsan preocupaciones vinculadas a comunidades rurales e indígenas, junto a quienes aprehendemos del tipo de pregunta, del tipo de relaciones e interrelaciones pertinentes para la producción y reproducción de la vida comunitaria. Lo anterior ha sido posible reconociéndonos, a nosotras y nosotros mismos, como miembros de una comunidad.
(2) Hinkelammert, F. (2007). “Pensamiento crítico y crítica de la razón mítica”. Revista Pasos, Departamento Ecuménico de Investigaciones, 43-48.