“Epidemias y patrones culturales”

“Mercado en El Salvador”, Francisco Amighetti (1940)
Fuente: María E. Guardia Yglesias, Pincel, Pinacoteca Costarricense Electrónica
www.artecostarica.cr

Leonel Hernández Sánchez
Licenciatura en Historia
Universidad de El Salvador y Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”
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Número 16

Publicado: 31 de mayo de 2020

Las crisis de salud pública no son ajenas a la Historia de América Latina, basta con ver las epidemias de Cólera en la Colombia y México de finales de siglo XIX, o el paludismo en Brasil de la década de 1930. Gastroenteritis, tuberculosis, paludismo, influenza y neumonía eran las enfermedades más comunes en El Salvador en los años 50`s, y posiblemente en Centroamérica. En poblaciones alejadas de centros hospitalarios, estas enfermedades representaban verdaderas epidemias.

La Historia muestra cómo las epidemias han generado dos dinámicas comunes: modifican los patrones culturales de las sociedades y muestran que los avances en ciencia y tecnología han servido para combatir las amenazas. El Estado salvadoreño, para 1950 inmerso en un proceso de modernización económica y social, asumió un nuevo rol como garante de la Salud Pública. El panorama era poco alentador: para ese año solo existían 34 centros de salud en todo el país, la esperanza de vida rondaba los 45 años, la mortalidad infantil se estimaba en un 14.6% (1) y solamente existían 325 médicos para una población de 1,9 millones de habitantes, es decir, 1 médico por cada 10 mil personas. Si a esto sumamos que la mayoría de profesionales de la salud vivían y trabajan en la capital (2), conviene preguntar ¿Cómo hizo el Estado para afrontar estas amenazas sanitarias?

El gobierno cayó en cuenta que la mejor manera de combatir las epidemias era promover la medicina preventiva. Para lo cual se creó una cátedra especializada en la universidad estatal en 1957 (3). La gastroenteritis, enfermad relacionada con la falta de limpieza, suponía la principal causa de muerte. En la lógica del “Bienestar social” se promueve el trabajo conjunto de las instituciones de Salud, Educación y Trabajo. Así, en 1951, se decreta un año de servicio social obligatorio para todos los egresados de medicina, esto con el objeto de expandir los servicios de salud a poblaciones fuera de la capital. En las escuelas se empieza a difundir los “hábitos de higiene”, se enseña a los niños cómo lavarse las manos con jabón, bañarse a diario, usar ropa limpia, utilizar baños sanitarios, beber agua potable etc. El Misterio de Trabajo impartió charlas anti tuberculosas, anti paludismo y de hábitos de Higiene en fábricas y talleres. La Dirección General de Sanidad y el Ministerio de Salud iniciaron las campañas de fumigación con Dicloro Difenil Tricloroetano (DDT), contra el paludismo, y campañas de vacunación BCG contra la tuberculosis.

Las nuevas tecnologías jugaron un papel decisivo en el fomento de la medicina preventiva. La Reforma Educativa de 1968 y su componente de “Televisión Educativa” incluía la higiene personal, salud y nutrición como parte de los ejes centrales (4). Además, se hizo difusión a través de radio y la prensa alineada con el gobierno, como “El Diario de Hoy”. Los esfuerzos se vieron favorecidos con la Alianza para el Progreso, promovida por EEUU a partir de 1960. Instituciones como UNICEF aportaron insumos: desparasitantes, alimentos, medicinas, y capacitación en prácticas de limpieza.

El desarrollo de la naciente industria de los años 60`s, hizo que el país contara con oferta en productos de limpieza: shampoo, jabón, desinfectante, detergentes, papel de baño, pasta de dientes, cloro para el agua etc. La promoción de la higiene y el paulatino acceso de la población a productos de limpieza iban transformando las prácticas cotidianas. Para 1990 la sociedad en su mayoría había interiorizado y convivía con estas prácticas de medicina preventiva impulsadas desde mediados de siglo. Las mejoras eran notables: existían 230 establecimientos de salud en el país, la esperanza de vida aumentó a 62 años y la mortalidad infantil bajó a 6%.

Por difícil que parezca, bañarse a diario, lavarse las manos antes de comer, usar baños sanitarios o letrinas eran prácticas no asimiladas en muchas regiones de El Salvador de mediados de siglo XX. Las epidemias y el uso de medios de comunicación para fomentar prácticas de higiene, la fabricación de nuevas medicinas y consumo de productos de limpieza transformaron la vida. Aquellas medidas tomadas como medicina preventiva (higiene personal) empezaron a salvar vidas, y se convirtieron en la regla, rompiendo con los patrones culturales de varias generaciones.

 

“Las nuevas tecnologías jugaron un papel decisivo en el fomento de la medicina preventiva. La Reforma Educativa de 1968 y su componente de “Televisión Educativa” incluía la higiene personal, salud y nutrición como parte de los ejes centrales. Además, se hizo difusión a través de radio y la prensa alineada con el gobierno, como “El Diario de Hoy”. Los esfuerzos se vieron favorecidos con la Alianza para el Progreso, promovida por EEUU a partir de 1960”

 

Ahora nadie niega la importancia de los hábitos de higiene para salvar vidas. Pero ¿qué pasa con las medidas de aislamiento social adoptadas por los gobiernos como medidas para reducir contagios de COVID-19? En los últimos días la población salvadoreña se ha visto abrumada por la incerteza de cuándo terminará el confinamiento que ha impuesto el Estado. Obligados a realizar tareas y labores desde casa, muchos tratan de adaptarse a la situación, buscando en las tecnológicas de la comunicación la manera de continuar con sus actividades productivas.

Dichas plataformas tecnológicas también han servido para alertar y mantener informada a la población sobre los peligros de no cumplir la cuarenta y el correcto procedimiento de las medidas sanitarias como lavado de manos, utilización de mascarilla, desinfectar objetos, etc. Aunque a veces el abuso, principalmente de las redes sociales, ha generado miedo e histeria colectiva, no se puede negar que toda esta dinámica no sería posible sin los avances de la comunicación digital propia del siglo XXI.

A medida que se alarga la cuarentena el “Home office” y las clases virtuales se vuelven parte de la rutina. El comercio virtual no ha perdido oportunidad: las plataformas han ampliado sus catálogos de ventas en línea, se sugieren aplicaciones de desarrollo y recreación para todas las edades. Universidades y centros de estudio ofrecen cursos certificados en línea. Muchos profesionales se vuelven consultores trabajando desde casa. Los usuarios descubren el acceso a contenidos que no habían podido ahondar por falta de tiempo. La lista se podría ampliar.

La crisis nos llama a repensar algunos paradigmas actuales relacionados con las actividades presenciales y viajes innecesarios que hacemos de manera habitual. Ahora vemos con más claridad los beneficios si de manera gradual se prioriza el intercambio virtual, no solo por la crisis que apremia, sino en términos de ahorro de tiempo y recursos, generando a la vez un impacto positivo en el medio ambiente y nuestra calidad de vida. Así como en el pasado llegamos a comprender la importancia y beneficios de la higiene personal, quizá sea tiempo de interiorizar las ventajas de mantener cierto grado de distanciamiento social como prácticas de cuidarnos y cuidar el planeta que habitamos.

Referencias para el debate

(1) Dirección General de Estadística y Censos- DIGESTYC. República de El Salvador, Estimaciones y proyecciones de la población 1950-2050, (San Salvador: Ministerio de Economía, 2009), 16.

(2) Leonel Hernández Sánchez, “Democratización de la Salud en la modernización del Estado. 1950-1960”, La Universidad, No. 33-34, (abril-septiembre, 2017): 133-156, 136.

(3) Herberth Morales, “Opinión pública y salud: Las discusiones sobre el desarrollo de los servicios de la salud pública en El Salvador 1948-1957”, Revista LiminaR. Estudios Sociales y Humanísticos, vol. 17, No. 1, (enero-junio, 2019): 81-96, 88.

(4) Héctor Lindo-Fuentes, “La televisión educativa en El Salvador como proyecto de la teoría de la modernización”, Cultura, No. 83, (mayo-agosto, 2006): 50-73, 55.